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Byung Chul Han

  • Foto del escritor: Domingo Araya
    Domingo Araya
  • 30 abr 2020
  • 12 Min. de lectura

El filósofo sur-coreano Byung-Chul Han ha publicado tres ensayos sobre el momento actual y que procedemos a resumir y comentar. El primero se intitula La sociedad de la transparencia (Herder, Barcelona, 2013) y se inicia afirmando que la transparencia se ha convertido en un fetiche y en una exigencia omnipresnete en la sociedad actual. La sociedad de la transparencia se manifiesta como una sociedad positiva, sin negatividad. Lo que interesa es la operacionalidad, el cálculo y el control. Hay una pérdida de la singularidad y una nivelación por el dinero que hace de la sociedad un infierno de lo igual. Se trata de una coacción sistémica que se apodera de todos los sucesos sociales. Hay una presión por la velocidad sin lugar para lo otro que perturba. Se elimina lo extraño. Uniformación es transparencia. El lenguaje es maquinal, sirve para informar. El hombre se convierte en un elemento funcional del sistema. Esa es la violencia de la transparencia. Se abandona la vida privada y se prohíbe el secreto. No se respeta la alteridad. No cabe la distancia en el ciclo acelerado del capital. Las relaciones transparentes son muertas, pues lo muerto es transparente. Hay que ignorar ciertas cosas. El exceso de información atrofia la capacidad de juzgar y la toma de decisiones. Aprender a olvidar y aprovechar las lagunas de información. El pensar positivo se convierte en cálculo y el amor sin laguna de visión es pornografía. El espíritu se demora en lo negativo.

El alma humana necesita un ámbito secreto. Las máquinas son transparentes. El hombre no es transparente para sí mismo, un desgarro atraviesa el alma humana, tal como lo vio Freud. La falta de transparencia mantiene viva la relación con el otro. Frente al afán de transparencia mantengamos la actitud de la distacia. La distancia y la vergüenza no se integran en el ciclo acelerado del capital y de la información. Una relación transparente sería muerta.

La sociedad positiva no tolera ningún sentimiento negativo. También aplana el amor que pasa a ser un arreglo de sentimientos agradables. Se domestica el amor como consumo y confort. Es disfrute sin negatividad.

La teoría también es una forma de negatividad y solo se acepta la masa positiva de datos e información.

La política es una acción estratégica que necesita del secreto. Solo la teocracia se arregla sin secretos. A toda gran política pertenece lo arcano. Sin secretos se acaba la política y se pasa a la sociedad de la opinión. La pospolítica es la que impera en la sociedad de la transparencia. La despolitización la promueve la sociedad de la transparencia.

La verdad no es transparencia. La acumulación de información no es la verdad. Le falta el sentido. Hoy se da una hiperinformación e hipercomunicación pero falta verdad y ser.

El el culto se da la separación, el secreto, el no ser visto. En la sociedad positiva todo se expone y desaparece el valor cultual. El valor de exposición constituye el capitalismo consumado. Desaparece lo cultual en la fotografía digital. La faz muestra un rostro sin aura. La trascendencia del otro se anula en la inmanencia de lo igual. Se borra toda negatividad. Fotografía sin nacimiento ni muerte. No habla.

En la sociedad expuesta cada sujeto es su propio objeto de publicidad y se mide en su valor de exposición. Es una sociedad pornográfica. Todo está vuelto hacia fuera, desnudo y expuesto. Solo la exposición engendra valor. Todo se desvanece en lo más visible de lo visible: la obscenidad.

El porno aniquila el Eros y el sexo. Hace imposible experimentar placer. El placer expuesto no es placer. El cuerpo es alienado como objeto de exposición. No se puede habitar en él, solo exponerlo y explotarlo.

La hipervisibilidad es obscena, pues le falta el misterio, lo oculto inaccesible. Son obscenos los torrentes lisos de la hipercomunicabilidad sin negatividad. Lo invisible no existe. Tiranía de la visibilidad. Las imágenes carecen de ruptura, son inequívocas. El sentido es lento, la información se acelera.

La sociedad de la transparencia elimina toda distancia. Se da una mirada táctil, sin distancia, ni cerca ni lejos.

La sociedad de la transparencia es enemiga del placer. La libido exige el secreto, el velo, el encubrimiento. La evidencia no admite ninguna seducción sino solo procedimiento. El juego con la ambigüedad y la ambivalencia es propia de la seducción. La transparencia es el fin de Eros. La sociedad de la transparencia es la de la pornografía. El desnudamiento sin límites es perjudicial para el placer.

La transparencia quita el encanto a las cosas, prohíbe la fantasía. La fantasía es esencial en la economía del placer. La imaginación se basa en el juego. Necesita una falta de claridad. Tampoco lo santo es transparente. El apetito es sinuoso.

La transparencia es un estado de simetría y la sociedad positiva elimina la asimetría. El placer es mayor en la medida en que el juego es abierto. Todo lo profundo ama la máscara. Lo nuevo prospera detrás de una máscara que nos protege de lo igual.

La desnudez quita todo encanto. La transparencia no es el medio de lo bello. Lo bello es el objeto en su velo. Si lo desvelamos se vuelve insignificante. En el misterio está el fundamento de lo bello. La belleza está ligada al encubrimiento. Un cuerpo que se hace carne se vuelve obsceno. Un cuerpo debe su gracia a un movimiento dirigido a un fin, según Sartre. La gracia supone un juego libre que se sustrae a la economía del fin. La gracia se halla entre la acción dirigida a un fin y la desnudez obscena. Es obsceno el rostro desnudo sin misterio, meramente expuesto.

El capitalismo lo expone todo como mercancía y lo entrega a la hipervisibilidad. El cuerpo pornográfico es liso. Lo erótico supone la negatividad del misterio y de la reconditez. La sociedad porno es una sociedad del espectáculo.

Son obscenas la hiperactividad, la hiperproducción y la hipercomunicación, pues se aceleran más allá del fin. Es obscena la hiperaceleración que no hace nada. La adición es más transparente que la narración. La sociedad de la transparencia elimina los rituales y las ceremonias. El pensamiento no es transparente, no sigue rutas previsibles. Posee la negatividad de hacerse otro. Al cálculo y a la información les falta esta negatividad. Al procesador le falta narratividad. La sociedad se hace obscena cuando ya no hay escena y todo se vuelve transparente. El tiempo se hace aditivo, los átomos no tienen aroma.

En el siglo XVIII se representaba en el teatro; hoy se expone en el mercado de venta y consumo de intimidades. La intimidad es la fórmula psicológica de la transparencia. Desnudando el alma se pretende conseguir la transparencia. No hay negatividad que podría hacer un cambio. Se desintegra la esfera pública y la conciencia crítica y se transforma en una red íntima. La tiranía de la intimidad lo psicologiza todo. El vacío de lo público se llena con intimidades privadas.

La sociedad de la transparencia va contra la apariencia. La intimidad destruye las relaciones sociales. La sociedad íntima es una sociedad psicologizada. Se destruyen espacios de juego. El narcisismo es expresión de la intimidad sin distancias.

La sociedad de la transparencia, como la de Platón, es una sociedad sin poetas, sin ilusiones escénicas. Es una sociedad de la información sin negatividad. Es un lenguaje positivizado y operacionalizado. Las imágenes de hoy son simulacros que pululan y poseen vida propia. Es una amalgama más que un engranaje. No hay verdad ni apariencia, solo vacío transparente. La información no engendra ninguna verdad.

La sociedad de la transparencia de Rousseau es una sociedad de control y vigilancia totales. Hoy, el viento digital de la comunicación y de la información lo penetra todo y lo vuelve transparente. La transparencia digital no es moral sino pornográfica. Aspira al provecho máximo y a la atención máxima.

El encadenamiento digital genera un panóptico no perspectivista, no tiene centro, desaparece la diferencia entre centro y periferia. La vigilancia viene de todos lados y es más eficaz. En el panóptico digital se crea la ilusión de la libertad. Los moradores colaboran en la construcción y mantenimiento del panóptico. Cada uno se exhibe sin vergüenza. Hay una democratización de la vigilancia. Cada uno entrega a cada uno a la vigilancia y al control. La sociedad transparente es una inhumana sociedad de control.

Donde la transparencia impera no hay espacio para la confianza. La sociedad de la transparencia es de desconfianza y de sospecha. La coacción de la transparencia es un imperativo económico. El que se ilumina se entrega a la explotación. La iluminación es explotación.

En la sociedad de la transparencia no hay comunidad sino acumulación de egos agrupados en torno a marcas. Coinciden comercio, comunicación, libertad y control. Lo social se degrada y se hace operacional. Se optimizan las relaciones de producción. El globo entero forma un gran panóptico sin afuera. Cada uno se entrega voluntariamente a la mirada panóptica al desnudarnos y exponernos.

En La sociedad del cansancio (Herder, Barcelona, 2010), Han nos propone un “amable desarme del Yo” como forma de superar el agotamiento de la sociedad del rendimiento. Hay dos tipos de cansancio, uno que separa y aliena y otro que cura.

Las enfermedades del momento Son déficit de atención con hiperactividad, trastorno límite de personalidad y síndrome de desgaste ocupacional. No son infecciosas y se deben a un exceso de positividad.

La sociedad actual hace desaparecer la otredad y la extrañeza y hace comparecer la diferencia, que no tiene el aguijón de la extrañeza. Lo extraño es sustituido por lo exótico que visita el turista. Los inmigrantes son vistos como una carga y no como un peligro.

Las enfermedades neuronales del siglo XXI son atribuibles a un exceso de positividad. Es la violencia de lo idéntico. Obesidad de los sistemas de información, comunicación y producción. Hay sobreabundancia de lo idéntico, sobreproducción, superrendimiento y supercomunicación. El resultado es el agotamiento, la fatiga y la asfixia. La violencia de la positividad no presupone un enemigo. Se desarrolla en una sociedad permisiva y pacífica. Surge el terror de la inmanencia, sin negatividad, saturativa, exhaustiva. La violencia neuronal es sistémica, inmanente al sistema. La sobreabundancia de lo idéntico provoca el colapso del yo.

La sociedad disciplinaria que describe Foucault da paso a la sociedad del rendimiento, con sujetos emprendedores de sí mismos. Sin negatividad se da el positivo poder sin límites. Los proyectos, las iniciativas y las motivaciones reemplazan a las prohibiciones. Esta sociedad del rendimiento produce depresivos y fracasados. El poder hacer aumenta la productividad y es más eficiente que la negatividad de la prohibición. El sujeto del rendimiento es más productivo que el de la obediencia.

Lo que enferma es la presión por el rendimiento, el imperativo de rendir. El homo laborans se explota a sí mismo voluntariamente. Es verdugo y víctima. Cuando ya no puede poder más, se deprime. Cuando no puede más, se autoagrede. Libertad y coacción coinciden. Es libre para maximizar el rendimiento.

El exceso de estímulos modifica la atención. El multitasking es una regresión a épocas arcaicas, incluso animales. Los juegos de ordenador producen una superficial atención. Los logros espirituales de la humanidad se deben a una atención profunda. La atención dispersa se caracteriza por un acelerado cambio de foco y no surge ningún proceso creativo. La pura agitación no produce nada nuevo. Se ha perdido el don escucha y no hay contemplación.

El aburrimiento puede generar un proceso creativo y hoy se evita el hastío. La contemplación está ligada a la experiencia del ser, al asombro. Sin la mirada contemplativa hay un vagar errático, una hiperactividad mortal.

La sociedad del trabajo es de rendimiento y actividad sin freno. Hiperactivo e hiperneurótico el animal laborans tardomoderno produce un mundo efímero. Ante la falta de ser surgen el nerviosismo y la intranquilidad. La desnarrativización del mundo hace la vida desnuda y el trabajo desnudo. La vida desnuda hace que la salud cobre la máxima importancia. Los humanos nos volvemos muertos vivientes. La vida desnuda es efímera y provoca la histeria del trabajo y la producción.

Una sociedad de trabajo inepta para el ocio creativo, sociedad de obligación y explotación.

La vida contemplativa presupone una pedagogía del mirar. No responder de inmediato al estímulo, decir NO, la negatividad de la interrupción, vacilar, buscar el entre-tiempo. Se evita la rabia, pero no el enfado, para no cambiar las cosas. El miedo y la tristeza son evitados porque esa negatividad podría aportar algo nuevo. El pensamiento se hace cálculo. La negatividad mantiene la existencia llena de vida. El exceso de positividad impide el pensamiento. La negatividad del NO es activa y la hiperactividad es pasiva.

La historia de Bartleby es del agotamiento. La sociedad del rendimiento se convierte en la del dopaje. Hace posible un rendimiento sin rendimiento. El cuerpo se convierte en una máquina de rendimiento. La consecuencia es el agotamiento excesivo. Es un cansancio que aísla y separa. Handke habla de otro cansancio, elocuente, capaz de mirar y reconciliar. Es un cansancio que da confianza en el mundo, que aminora el Yo, un cansancio que permite demorarse y detenerse. Inspira, deja que surja el espíritu, permite no-hacer sosegado, salva y rejuvenece. Juego en lugar de trabajo, aparece el aura de cordialidad y la comunidad, todo en uno, entre-tiempo, uso de lo inutilizable, de juego, de paz. Tiempo de la indiferencia y de la cordialidad, compás de concordancia.

En La agonía del Eros (Herder, Barcelona 2014), Han trata el sentido del amor en la sociedad del rendimiento. Es la erosión del otro, el narcisismo excesivo lo que ataca al amor en el momento actual. El otro desaparece en el régimen del yo, en el infierno de lo igual donde el amor es imposible.

Al no haber cabida para la negatividad que conlleva la alteridad todo se aplana y se convierte en consumo. El narcisismo diluye el límite entre el yo y el mundo. El yo se ahoga en sí mismo. La depresión es una enfermedad narcisista. El sujeto narcisista está agotado de sí mismo y se aboca al éxito. El otro es un espejo del uno.

El Eros hace posible la experiencia del otro en su alteridad y lo saca del infierno narcisista. El Eros opera un desreconocimiento de sí mismo, un vaciamiento de sí. El don del otro, la salida del uno otorga fortaleza. Es una liberación del infierno de lo igual hacia el otro, la llegada del otro atópico. La irrupción del otro es un des-propiar, como una muerte que, sin embargo, salva.

La sociedad del rendimiento se rige por poder frente al deber de la sociedad disciplinaria. La motivación es más útil que el látigo. El explotador es el explotado y es más eficiente y con sentimiento de libertad. El empresario por cuenta propia no es libre, pero cree que lo es. El sistema neoliberal ordena la libertad, ejerce una violencia de libertad para que el sujeto se explote a sí mismo. La coacción propia es peor que la ajena. Al fracasar se siente culpable y lo hunde en la depresión.

El capitalismo endeuda, no expía nunca. La depresión y el agotamiento son el fracaso insalvable de compensar la deuda.

El Eros está más allá del rendimiento y del poder. La negatividad del otro se sustrae al poder. La absolutización del poder aniquila al otro, quien aparece como un no poder poder. Dice Levinas que en Eros no hay nada de poder, poseer, conocer, aprehender. El amor nos invade y nos hiere, es herida y pasión. Es imposible en la sociedad del rendimiento, donde se reduce a una oferta de empleos.

Hoy se somete la sexualidad al rendimiento, el cuerpo en su valor de exposición, de mercancía. Se consume al otro, no se le ama. El otro es sexualizado como objeto excitante, fragmentado, carente de personalidad. Se erosiona la distancia originaria con el otro que hace posible la alteridad según Buber. El tú personal no puede ser un objeto sexual. El rostro marca la alteridad, al destruir la distancia por los medios digitales, desaparece el otro.

El amor es hoy un disfrute, sentimientos agradables, excitación. Algo consumible, sin dolor ni negatividad. El amor que se reduce a satisfacción no es compatible con la sustracción y demora del otro. Se reduce a búsqueda y consumo. El Eros despierta ante el rostro que se da y se oculta al mismo tiempo. El rostro es lo contrario de la cara que se expone como mercancía. La alteridad no puede consumirse. El Eros es una relación asimétrica con el otro.

Hoy domina una imagen romántica del Eros, como dulce, cómodo, tierno. También la negatividad pierde toda negatividad. Se lo domestica y convierte en fórmula de consumo, sin riesgo ni locura. Es un objeto de cálculo hedonista. Inmanencia de lo igual, sin trascendencia ni transgresión.

Hoy, el trabajador se entrega a la mera vida. Se fetichiza la salud. Es la gran diosa. El Eros niega la mera vida y el trabajo. El capitalismo absolutiza la mera vida, no la vida buena. Mera superivencia. El capitalismo se hace obsceno.

Para Hegel, la muerte, la renuncia a sí, pertenecen a la esencia del amor. Olvido de sí en otra mismidad. El narcisista no es capaz de hacerlo. Eros es el medio de incrementar la vida hasta en la muerte.

En el neoliberalismo ha desaparecido el Eros y la sociedad está dominada por asegurar la supervivencia. Es la vida de esclavo, sin vivacidad. Ni vive ni muere. Sociedad del rendimiento ciego. La felicidad amorosa es la prueba de que puede existir la eternidad en el tiempo.

Las imágenes porno muestran la mera vida expuesta. Es el anti Eros y mata la sexualidad. Es el sexo muerto en la sexualidad viva. El porno es la profanación del mundo. El capitalismo profaniza el Eros para convertirlo en porno. Se desritualiza el amor y el mundo.

La cultura del consumo engendra nuevas necesidades y deseos. La información es una positividad que conduce a la desintegración de la negatividad del otro. Aumentan las expectativas y también la decepción. Los medios de comunicación no favorecen la fantasía. El porno destruye la fantasía erótica.

La crisis actual del arte se debe a una crisis de la fantasía, a la desaparición del otro, a la agonía del Eros. El dinero lo hace todo igual, nivela diferencias esenciales.

En el capítulo penúltimo de este libro, habla Han de la política del Eros. En el Eros hay una fuerza ascensional del espíritu, a producir cosas bellas, un valor universal. Al profanarse el Eros se pierde este valor universal. Eros influye sobre toda el alma, deseo, valentía y razón. Hoy se confunde Eros con deseo; también es valentía y aquí enlaza con la política.

Hoy la política se desarrolla sin valentía y sin Eros. Se convierte en mero trabajo. Se hace imposible una acción con otros para el cambio. Hay una transformación política del Eros. La acción política como un deseo común de un mundo más justo. Una transformación revolucionaria es una experiencia de amor. Se rompe lo igual a favor de lo otro. El amor des-habitúa el narcisismo, rompe con lo igual. Unir lo artístico, lo existencial y lo político en la aspiración revolucionaria hacia un mundo diferente.

El pensamiento, impulsado por Eros, entra en lo no recorrido ni calculable. El pensamiento calculador es repetitivo y aditivo. La teoría no puede sustituirse por un análisis de datos. La teoría es narrativa o hermenéutica y hoy es más necesaria que nunca. La teoría aclara el mundo antes de explicarlo.

La cantidad de información produce entropía y ruido. El pensamiento tiene necesidad de silencio. Frente a la crisis del espíritu en que nos hundimos, hace falta teoría, conocimiento y verdad. El conocimiento implica negatividad. El Eros transforma la vivencia en experiencia y la sexualidad en amor.

En el comienzo de la filosofía Logos y Eros estaban juntos. El Logos carece de fuerza sin el Eros. Eros conduce al Pensamiento hacia lo no transitado. Eros, hijo de Poros (camino) le muestra el camino al Logos. Amigo, amante del saber. El Pensamiento es impulsado por Eros.

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