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PROMETEO Y JESUCRISTO

  • Foto del escritor: Domingo Araya
    Domingo Araya
  • 23 oct 2020
  • 4 Min. de lectura

La idea de un mediador entre el Cielo y la Tierra ha estado siempre en la mente

humana. Diversos mitos en diferentes religiones lo expresan. Sin mediador

quedaríamos desamparados y no seríamos esa encrucijada donde se reúne lo

alto y lo bajo.

Según el mito griego, Prometeo y su hermano Epimeteo debían crear a la

humanidad y proveerlos de todo lo necesario para su supervivencia. Comienza

Epimeteo con los animales, dando a cada especie alguna cualidad propia.

Cuando llega a la especie superior de los humanos, recurre a Prometeo, quien

robó el Fuego a los dioses para dárselo a los humanos. El Fuego es el Logos,

el espíritu, el pensar-decir, también es la técnica, es decir, lo que hace divinos

a los humanos. El robo de Prometeo fue castigado por Zeus encadenándolo a

una roca mientras un águila roía eternamente sus entrañas.

Prometeo encadenado es también el nombre de una tragedia atribuida a

Esquilo. Prometeo ahí enumera los beneficios otorgados por él a los humanos,

como las artes, la astronomía, las matemáticas, el alfabeto, la ganadería, el

transporte, la medicina, la adivinación y la minería. También Platón en su

Protágoras cuenta el mito de Prometeo.

Werner Jaeger, en su monumental Paideia, dedica un capítulo a Esquilo. Nos

dice Jaeger que el tema principal de los dramas de Esquilo es “la conexión

causal entre la desventura y la culpa del hombre”. En la medida en que los

humanos se dejan seducir por la hybris (desmesura), cometen una falta y, por

lo mismo, deben expiar la culpa que esa falta genera. Dice Esquilo: “Zeus

amenaza con la venganza a la soberbia desmesurada y orgullosa y exige

estrictas cuentas.”

Es la insaciabilidad del deseo humano lo que lo lleva al abismo. Por su avidez y

ceguera los humanos rompen la justicia y el orden del mundo y por ello son

castigados. Prometeo sabe que sufre por sus acciones voluntariamente

realizadas y que es responsable de las mismas. Prometeo representa la

tragedia del genio creador. Dice Jaeger: “Prometeo es el que trae la luz a la

humanidad doliente. El fuego, esta fuerza divina, se convierte en el símbolo de

la cultura. Prometeo es el espíritu creador de la cultura, que penetra y conoce

el mundo, que lo pone al servicio de su voluntad mediante la organización de

sus fuerzas de acuerdo con sus propios fines, que revela sus tesoros y

establece la vida débil y oscilante del hombre sobre bases seguras…Este dios

encadenado a la roca en escarnio encarna el destino de la humanidad…”

La tragedia de Prometeo es la de la osadía creadora de la humanidad. En la

tragedia el coro dice: “La obstinación del espíritu creador no conoce límites”.

Prometeo es un titán que, a diferencia de sus otros hermanos, piensa que el

espíritu, no la fuerza bruta, debe gobernar el mundo. Finalmente, Zeus

restablece el orden tras el caos provocado por la transgresión de los límites. La

culpa que trae la hybris ayuda a la recuperación de la moderación y al triunfo

de la armonía.

Apliquemos estas ideas al mundo actual en el que la desmesura es la nota

dominante de la cultura. Nunca tan claramente como hoy el ser humano

pretende aquello que le está absolutamente prohibido: ser Dios. Lo pretende a

través de la ciencia-técnica. Nunca tan claramente como hoy sucede también el

castigo de Zeus y el suplicio de Prometeo.

Leemos también en Jaeger: “Solo el Ecce Homo, que con su dolor por los

pecados del mundo surge de un espíritu completamente distinto, ha

conseguido crear un nuevo símbolo de la humanidad de validez eterna, sin

quitar nada a la verdad del anterior”. Este nuevo símbolo encarnado por

Jesucristo es el amor, la entrega y la apertura al Otro.

Pienso que tendríamos que complementar estos dos ideales, el prometeico y el

cristiano. Por el primero, desarrollaríamos la ciencia y la técnica, por el

segundo, el amor. En el momento actual, estos dos ideales están separados y

urge juntarlos. Si por el primero conseguiríamos vencer el hambre y las

enfermedades, por el segundo crearíamos una comunidad humana basada en

el amor e incapaz de agredir al prójimo y al medio ambiente. La ciencia-técnica

sirve para eliminar el sufrimiento inútil y no para producir armas de exterminio y

nuevas enfermedades.

La actual civilización se caracteriza por la desmesura y por el dominio de los

titanes que ostentan la fuerza bruta. Según el mito griego, una vez que los

humanos recibieron el Fuego divino, no sabían usarlo con moderación, por lo

que Zeus ordenó que se les diera la Justicia y pudieran así administrar bien su

poder.

La enseñanza del mito de Prometeo es múltiple. El Logos que nos ha sido

regalado amorosamente y que compartimos con la divinidad contiene en sí,

como lo vio muy bien Kant, en su uso práctico, la Ley moral. Parte de esa Ley

sagrada nos habla de no traspasar ciertos límites, de no dejarnos tentar por la

hybris, de contener nuestra insaciable avidez.

Por el mito de Prometeo sabemos que la búsqueda humana es infinita, pero no

que seamos infinitos, que la sed de conocimientos no se acabará nunca y que

seguiremos inventando hasta el último día de nuestra vida, que nuestra

audacia es muy grande; la sabiduría cristiana nos dice que en lo ínfimo reside

lo inmenso, que la humildad, y no el orgullo arrogante, es lo esencial del ser

humano, que el amor y no el odio destructor es el camino de la felicidad y que a

través del dolor nos vamos perfeccionando.

Devolver el ímpetu humano a su medida, comprender que la transgresión de

los límites es nuestra perdición, armonizar fuerza y medida, que podemos

utilizar el dolor para crecer, que venciendo el egoísmo mezquino

encontraremos la comunidad humana, son algunas de las enseñanzas de estos

dos ideales de la humanidad.

Jesucristo libera de sus cadenas a Prometeo y restablece la comunicación

entre lo alto y lo bajo, entre el Cielo y la Tierra.


Madrid, octubre de 2020

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