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LA ÉTICA POLÍTICA DE SÓCRATES

  • Foto del escritor: Domingo Araya
    Domingo Araya
  • 23 oct 2020
  • 4 Min. de lectura

Ante el desprestigio de la clase gobernante en nuestros días, muchos

pensamos si no sería mejor abandonar la política y retirarnos a un trabajo

exclusivamente interior y espiritual. La figura magistral de Sócrates nos enseña

que sería un error hacerlo. Como él lo hizo, podemos darle una dimensión ética

a la política y sin dejar la búsqueda espiritual, comprometernos en la

construcción de un mundo mejor.

Dice Jaeger en su Paideia, en el capítulo dedicado al más grande educador de

todos los tiempos, lo siguiente: “Sócrates es el fenómeno pedagógico más

formidable en la historia de Occidente… Asciende a las cumbres de la

formación espiritual desde las capas medias de la burguesía ática… esta capa

social habla por boca de uno de sus propios hijos, del vástago del cantero y de

la comadrona del demos de Alopeké. Sócrates baja la filosofía del cielo y la

instala en las ciudades y moradas de los hombres… Su método tiene algo de la

sobriedad del método empírico de los médicos… En el pensamiento de

Sócrates lo psíquico no se halla contrapuesto a lo físico… lo bueno es lo

verdaderamente útil, lo saludable y, por tanto, a la par, lo gozoso y lo

venturoso… la ética es la expresión de la naturaleza humana bien entendida…

Enseñaba a sus amigos a mantener el cuerpo sano por el endurecimiento…

rechazaba la hartura, por entender que era perjudicial para el cuidado del

alma… llevaba una vida de espartana sencillez…”

Sócrates fue un educador político y ético. Toda educación debe ser política,

tiene que formar buenos ciudadanos y buenos gobernantes. Quien sea

formado para mandar debe ser un asceta, con dominio de sí, alguien en el que

lo espiritual impera sobre lo instintivo. El autodominio es la libertad interior tal

como la entenderán más tarde los estoicos. Otro concepto fundamental de la

ética socrática es la autarquía o carencia de necesidades. También es la fuerza

con que nos hacemos a nosotros mismos venciendo las dificultades. Esta virtud

la desarrollarán muy especialmente los cínicos.

Sócrates abandona las especulaciones cosmogónicas de sus predecesores y

da un giro antropocéntrico a la filosofía. Su método es inductivo y empírico

como el de la medicina. Para Sócrates, y en contra de Platón y de lo que

piensa Nietzsche de Sócrates, el alma y el cuerpo no estaban separados.

Su filosofía nos exhorta a educarnos. La educación nos hará comprender que

lo más importante es el cultivo del alma o cuidado por el conocimiento y la

verdad. El alma es el espíritu pensante y la razón moral. Dice Jaeger: “El alma

de que habla Sócrates solo puede comprenderse con acierto si se la concibe

conjuntamente con el cuerpo, pero ambos como dos aspectos distintos de la

misma naturaleza humana”. La physis para Sócrates incluye lo espiritual. Así,

lo bueno será también lo útil y lo placentero. La ética socrática conduce a la

armonía entre la moral humana y el orden natural. Cuidar el alma exige el

cuidado del cuerpo.

La ética socrática es esencialmente política porque para él, el individuo vive en

una comunidad y es uno con ella. La separación entre la vida privada y la

pública es propia de la modernidad.


Se dice que la ética socrática es un intelectualismo moral por cuanto afirma que

el mal se comete por ignorancia y el bien es siempre un acto derivado de un

elevado nivel de conciencia. Para entender bien este pensamiento hay que

precisar que el verdadero conocimiento no es un acto separado del

entendimiento, sino que “tiene su raíz en una capa profunda del alma”.

La virtud es entendida como saber del bien y quien posee esta virtud

fundamental, tiene también las restantes, como la justicia, la valentía, la

moderación o la generosidad. No se puede ser valiente e injusto a la vez,

aunque los hechos parecen confirmarlo. Realmente, hay una unidad en el ser

humano virtuoso que conoce el bien. De aquí se deduce que nadie yerra

voluntariamente o que cometemos el mal por ignorancia. Por lo mismo, la

principal tarea ética y política es la educación. No se trata de una educación

burocrática y de meros conocimientos librescos, sino de lo que hoy

llamaríamos “sabiduría”.

La voluntad humana siempre elige el bien pues es racional; las malas acciones

no son voluntarias, sino inclinaciones involuntarias. Dicho en otras palabras, el

nivel de conciencia determina la calidad de los actos. A un bajo nivel de

conciencia corresponden apetitos de bienes inferiores, no deseo del bien

auténtico. A un nivel elevado de conciencia corresponde una conducta virtuosa.

La verdadera educación es la que forma a la persona para cumplir con la meta

de la vida, con la autorrealización del ser humano. En esto consistía para

Sócrates la fronesis, el conocimiento del bien. El máximo bien es la sabiduría

que otorga libertad y virtud. La única solución a la crisis política es la

construcción de una personalidad superior obediente al Logos.

En el momento actual, de enorme confusión y de crisis global, la ética socrática

tiene algo importante que decirnos. Hoy, como entonces, los políticos están

preocupados en obtener, ejercer y conservar el dominio sobre el resto de la

sociedad. Formar buenos gobernantes y buenos ciudadanos es una tarea

fundamental de la filosofía política y ética. Este proceso debe empezar por uno

mismo y desde ahí irradiar hacia el mundo. No podemos cambiar el mundo sin

cambiarnos a nosotros mismos y solo podemos empezar por lo segundo. No

podemos separar lo interior y lo exterior, como tampoco lo espiritual y lo

material. Buscar ese punto “entre” los diferentes ámbitos, sin decantarnos

exclusivamente por ningún extremo es la clave para una acción eficaz y

diferente.

Sócrates vivió en ese punto intermedio. Fue un soldado valiente que defendió a

su polis al tiempo que dedicó todo su esfuerzo al cuidado de su alma. Se formó

a sí mismo y enseñó a la juventud el mismo camino. Cultivó el ámbito interior

de su alma al mismo tiempo que el exterior de su polis. En ningún momento se

dedicó en exclusivo al camino interior, sino que estuvo en el ágora y en los

gimnasios discutiendo los temas y problemas más acuciantes. Esa

participación plenamente política le acarreo la enemistad de los poderosos que

lo llevaron a juicio y lo condenaron a muerte. Pagó con su vida su compromiso

ético y político.


Madrid, octubre de 2020.

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